martes, 20 de mayo de 2008

EGIPTO: MOMIFICACIÓN Y ETERNIDAD: LA MUERTE A ORILLAS DEL NILO

En el siguiente análisis se abarcará todo lo relacionado con La muerte en el Antiguo Egipto. El trabajo se dividirá en los siguientes tópicos: una introducción para contextualizar la concepción que los antiguos egipcios tenían sobre la muerte. El segundo tópico tratará todo lo relacionado con los ritos funerarios, la momificación y todos sus procedimientos y la importancia que tienen éstos para el difunto en el más allá. Por último, se analizará la concepción egipcia del más allá, cuál era la vida del difunto en aquel espacio metafísico, las implicaciones que allí se presentaban y cuáles eran los obstáculos que atravesaba el difunto para alcanzar la vida eterna.

CONCEPCIONES

Un elemento muy importante para tener en cuenta es que la religión jamás se separaba del Estado, es decir, de la monarquía. La religión egipcia se basaba totalmente en su culto y al hecho de rendir homenaje a sus dioses locales, pues cada ciudad tenía su propio dios. El culto los dioses estaba regido bajo la institución del Estado y de los templos, que por cierto eran “la casa del dios”, de tal manera que se debía mantener una actitud de respeto y sumisión total cuando se lleven a cabo los cultos.
Por lo tanto, las creencias religiosas y el culto estaban estrechamente unidas a la vida del hombre, en otras palabras el hombre egipcio vivía por y para la religión, porque ella dirigía totalmente sus actos, acompañándolo desde su nacimiento hasta más allá de su muerte, pues dependiendo de la condición social en que se encuentra el individuo, le aseguraban honrosos funerales, y la eficacia de éstos le garantizaban una vida eterna muy segura y benéfica. Resumiendo lo anterior, la religión salva al individuo.
Un aspecto también a destacar es que el rey o faraón era considerado un dios, y a su vez adorado como tal, pero a su vez implicaba en cierto modo una responsabilidad enorme, porque debía impartir justicia tal y como lo hacen los dioses, en especial el dios sol Ra. De hecho, el faraón durante las primeras dinastías era considerado un descendiente de Ra o del dios Horus.
En lo que respecta a la muerte, los egipcios consideraban que no era el término de todo, justamente lo contrario: era el comienzo a otro modo de existencia; pero si consideraban que existían una segunda muerte y en esa ocasión las consecuencias serían graves porque acarrearía la destrucción definitiva del individuo; y con el objetivo de evitar ese final catastrófico, se hacían diversos y complejos rituales, siendo sometidos a extremos cuidados los muertos por parte de los vivos (Nack, 1966, p.179).
Los egipcios creían que el individuo poseía tres elementos: el cuerpo humano como tal, el Ba, que consistía en una especie de alma como un pájaro con cabeza de humano; y el Ka, algo parecido a un genio o semidiós que protegía al hombre después de su muerte y se le era encomendado en el momento de su nacimiento. Sin embargo, existen otras añadiduras a la conformación del ser humano, tal como lo expresa Nicolás Grimal:
Cada individuo está compuesto por cinco elementos; la sombra (doble inmaterial de cada una de las formas que el individuo habrá de tomar a lo largo de su vida), el akh, el ka y el ba y el nombre. El akh es un principio solar, el elemento luminoso que le permite al difunto acceder a las estrellas durante su viaje en el más allá: es la forma bajo la cual se manifiesta la potencia de los dioses o de los muertos, su espíritu (1996, pp.117-118)
Cómo se puede observar, el mencionado Akh es trascendental porque es un medio de trasnporte para que el difunto avance hacia la vida eterna que prometían sus dioses. Según Grimal, el Ba hace referencia a un principio inmaterial que posee la esencia de su propietario, en otras palabras es la esencia en sí del individuo, representado como el pájaro con cabeza de humano. La concepción del Ka dista un poco de la anterior definición, porque hace referencia a la energía del individuo. Sin embargo, Grimal no alude al cuerpo humano en sí como elemento, como había sido expuesto con anterioridad. El cuerpo del individuo es trascendental, y más adelante se abordará su importancia como elemento durante el proceso de momificación y del más allá. La diferencia entre estos conceptos puede radicar en la subjetividad de los autores, pero sin embargo apuntan hacia una misma definición en lo que respecta a la composición del individuo.
A continuación se hará una breve exposición acerca de los sistemas teológicos vigentes en el antiguo Egipto, esenciales para comprender a fondo la concepción de la muerte. Los sistemas teológicos a considerar fueron las de Heliópolis y de Hermópolis. Según la teología heliopolitana, solamente existía el agua, hasta que Ra (identificado como Atón) había creado una pareja, Shu y Tefnut, los cuáles éstos engendraron a Geb (Tierra) y Nut(Cielo). Al separar Shu el cielo de la tierra, Nut engendró a 4 hijos: Osiris, Seth, Isis y Neftis. Osiris recibió el mando de Egipto y trajo prosperidad a su país, caracterizándose por ser un gobernante piadoso; pero su hermano Seth, celoso de su hermano Osiris, le dio muerte y despedazó su cuerpo, regándolo a orillas del río Nilo. Isis, con la ayuda de su hermana Neftis, buscó los pedazos de Osiris y, con la ayuda de Ra, de Anubis (hijo de Osiris y Neftis) y de Horus (hijo de Osiris e Isis) resucitaron a Osiris uniendo sus pedazos, con el proceso de momificación que le proporcionó Anubis a su padre, y con el soplo de Ra que le dio vida. Horus venga la muerte de su padre derrotando a Seth, éste último pierde sus testículos en la lucha y a su vez Horus pierde su ojo.
La teología hermopolitana difiere totalmente de la heliopolitana, Los 8 dioses, creados por Thot, eran dioses menores, una especie de parejas cuyos machos eran las ranas y las hembras las serpientes. El nombre de esas parejas eran Tinieblas, Eternidad, Noche y Misterio. Estos dioses no tuvieron origen específico, pues estaban dados; estas parejas crearon un huevo donde salió el sol, y a su vez creó al mundo. (Drioton y Vandier, 1964, 66)
Los faraones, a partir de la Dinastía V, tomaron como modelo la teología heliopolitana, y más adelante se inmiscuyen dioses hermopolitanos como Thot y Ptah (dios creador, según la ciudad antigua de Menfis, a modo de alfarero moldeó el mundo y a los seres humanos) en la concepción divina de Heliópolis.
A modo de introducción a lo que más adelante se expondrá acerca de los ritos funerarios, es preciso conocer qué escribieron los egipcios sobre ellos y cuáles eran sus implicaciones para la llegada a la eternidad. Los textos son los siguientes:
Los Textos de las Pirámides: Consiste en una compilación de antiguos hechizos y de textos religiosos que están grabados en las paredes de las tumbas de los reyes. Son un conjunto de relatos de ceremonias y rituales con el objetivo de procurar el bienestar del muerto.
Textos de los Sarcófagos: Datan del Imperio Medio, y consisten en una recopilación de hechizos, y del mismo modo como una guía hacia el más allá. Además de ser una guía hacia el otro mundo, relata cómo atravesar las misteriosas 7 puertas burlando a sus guardianes, con el objetivo de llegar al más allá.
El Libro de Amduat: Es el libro funerario más antiguo de los egipcios. Relata el viaje del dios sol Ra en su barca atravesando los 12 mundos del mundo subterráneo, así como el viaje que tiene que hacer el faraón difunto hacia el otro mundo, en la barca solar.
El Libro de las Puertas: Complemento sofisticado del Libro de Amduat, enfatizando en las misteriosas 12 puertas, qué es preciso hacer para atravesarlas, haciendo hincapié en la quinta puerta, pues detrás de ella lo que le espera al difunto es el Juicio de Osiris; y en la duodécima puerta, donde finalmente llega al sol.
La Letanía de Ra: Consta de 2 partes: la primera son oraciones al dios Ra; y la segunda también son oraciones pero el difunto asume las figuras de Ra y de diversos dioses.
El Libro de los Muertos: Data del Imperio Nuevo, y es una compilación de hechizos de Los Textos de las Pirámides y de los Textos de los Sarcófagos, escritos a papiro, y los colocaban junto al sarcófago del difunto con el objetivo de que le sirva de guía al difunto, pues ese era su gran propósito.
El Libro de las Cavernas: Otorga una visión del mundo subterráneo y a su vez una alabanza al dios Osiris. Muestra cuáles son las pruebas que debe atravesar el difunto para llegar al más allá y la manera específica que debe el difunto burlar los guardianes de los mundos para poder alcanza la vida eterna y evitar un segunda muerte.

RITOS FUNERARIOS Y PROCESOS DE MOMIFICACIÓN


Como bien se ha analizado, la concepción de la muerte de los egipcios constituye un elemento de separación de los elementos corporales con los espirituales en los que se compone el individuo (Drioton y Vandier, 1964, p.77); además de que el cuerpo era necesario porque con él, el alma subsiste, si el cuerpo desaparece, el alma podría desaparecer; y cómo se puede apreciar, el cuerpo debía conservarse en su forma material, y así puede llegar al más allá. O bien el alma podría estar penando por toda la eternidad si no se le recibe los adecuados tratamientos funerarios. De esta creencia se arguye el por qué para los egipcios era tan importante sepultar los cadáveres con unos principios de conservación muy sofisticados y complicados, que se requerían altos conocimientos de anatomía.
Es preciso destacar dos elementos fundamentales en una tumba egipcia: la sala de ofrendas, pues los vivos debían cuidar de los muertos y para hacerlo debían entregarle ofrendas, bien sea elementos materiales que constituyeron durante la vida del difunto una importancia, de índole material, personal o espiritual; y la cámara en la cuál reposa el cadáver. Los egipcios consideraban que la tumba era un medio intermediario entre el mundo terrestre y del más allá.
En un principio, incluso antes del Imperio Antiguo, los métodos de enterramiento eran sencillos, tal como lo expresa Pirenne:
Por tanto, al principio, el proceso de momificación era natural; los cadáveres eran enterrados directamente en la arena del desierto, envueltos en pieles de animales o en esteras. El ambiente, seco y ardiente, absorbía el agua de los tejidos del cuerpo, creando así las condiciones adecuadas para que el cadáver se momificara. (2002, p.394)
El proceso de momificación anteriormente expuesto se remonta incluso antes del Imperio Antiguo. Durante el mismo período, los cadáveres eran envueltos en vendas untadas con resina y depositado en una caja de madera; pero actualmente las momias del Imperio Antiguo muestran un precario estado de conservación, con el cuerpo desaparecido y los huesos dispersos en las vendas. A partir de la dinastía IV, los procesos de momificación cambiaron, donde aparecieron los primeros vasos canopes, el cadáver se evisceraba; y los cuerpos eran envueltos en lino y con una capa de cera de abeja. Ésta práctica se mantuvo durante el Imperio Medio, y hoy en día las momias de ese período se muestran en un estado de conservación aunque muy débil.
A partir del Imperio Nuevo, se introdujeron los sistemas sofisticados y eficientes para embalsamar, que actualmente son conocidos gracias a historiadores como Heródoto y Diodoro Sículo. Los procesos de embalsamiento y de momificación son los siguientes, teniendo en cuenta que son utilizados por sacerdotes cirujanos:
El cuerpo del difunto era sometido a un proceso de lavado, de depilación, se le untaba de bicarbonato de sodio o natrón, luego se secaba. Con el objetivo de conservar el cuerpo y de mantener su elasticidad, se inyectaba en las venas una especie de líquido químico.
Se practicaba la evisceración: se extraía el cerebro de la nariz utilizando unos ganchos, luego se practicaba una incisión en el costado izquierdo utilizando un cuchillo denominado Sílex. Gracias a la herida provocada en el costado, se procedía a extraer diversos órganos del cuerpo como los pulmones, el estómago, el hígado y demás intestinos. Órganos como los intestinos, los pulmones y el hígado eran sometidos a un embadurnamiento a base de betún hirviendo Se le dejaban en su lugar los riñones.
Una vez extraídos los órganos, eran depositados en cuatro vasos denominados canopes (hechos de cualquier materia, bien sea de arcilla cocida, o de granito, dependiendo de la condición social del individuo), que contenían en la parte superior las cabezas de los 4 hijos de Horus, que son Amset(de cabeza humana), Hapi(de cabeza de mandril), Duamuntef(de cabeza de perro) y Kebesenuef(de cabeza de halcón), y según la creencia, protegía respectivamente el hígado, los pulmones, el estómago y los intestinos, pues se creía que habían venido en auxilio de Osiris después de su muerte, además velaban de que el difunto no le faltara nada de lo necesario. Los canopes, antes de ser introducidos los órganos, estaban llenos de betún hirviendo líquido. El corazón era envuelto en un lienzo (se envolvía en el mismo material el cerebro) y luego depositado en un cofre de oro, pues los egipcios creían que el mismo era trascendental para el viaje del más allá, concepción que se verá más adelante.
Para conseguir un estado máximo de deshidratación, se procedía a cubrir el cuerpo nuevamente con natrón, y así permanecía durante 35 días. Para impedir que el cuerpo se ennegreciera debido a las carnes que reaccionan de esa manera con el natrón, se teñía el cuerpo de alheña buen parte del cuerpo, o se procedía a embadurnarlo con ocre rojo (para el hombre) o amarillo (para la mujer).
Este procedimiento tiene por objetivo devolverle al cuerpo su estado original y también de que se conserve, con la ayuda de unas telas proporcionadas por los familiares del difunto, se rellenaban el abdomen y el pecho, del mismo modo utilizaban también tampones engomados, empapados con aromas y ungüentos. La apertura provocada por el Sílex se tapaba con una placa, en la cuál era sometida bajo la advocación y protección de los hijos de Horus, como los órganos.
El cuerpo nuevamente pasaba por estados de limpieza y de purificación, y se procedía a que el difunto sea vendado: se rodeaba cada miembro con vendas de lino, empezando por los dedos (procedimiento: dedo por dedo), después se aplicaba el mismo procedimiento en la mano, y por último, el brazo. El resto del cuerpo era sometido bajo el mismo procedimiento, teniendo un especial cuidado con la cabeza, pues se le cubría por varias capas sobre todo la parte del rostro. En ocasiones, y dependiendo de la condición social del individuo, se cubrían de oro las uñas tanto de las manos como de los pies, a su vez estaban cubiertos con capas de oro o lapislázuli la boca y los ojos.
Finalmente, una máscara (la suntuosidad de la misma dependía también de la condición social del difunto, al poder costear su sepultura) cubría el rostro del difunto.
Aplicados los anteriores procedimientos, los sacerdotes hacían rituales y pronunciaban fórmulas mágicas para garantizar que el individuo atraviese hacia el más allá, y para que el cuerpo momificado recupere sus funciones vitales en el otro mundo. Luego la momia era colocada en el sarcófago, que estaba totalmente decorado, nuevamente se reitera que la ornamentación del sarcófago dependía de la condición social del difunto; y en ella contenían oraciones para el más allá. El cuerpo era protegido con hechizos, valiéndose de las oraciones de los sarcófagos.
El siguiente procedimiento, en el cuál al difunto se le entregan las ofrendas, es descrito previamente por Champollion:
Los parientes y los amigos acompañaban religiosamente al muerto hasta su última morada; le llevaban figurillas de dimensiones y materias diversas, preciosas si el muerto era una persona importante: estas figurillas de arcilla, de porcelana, de madera o de materias duras, se hacían con el mayor parecido posible con el difunto; se insertaba su nombre en las plegarias escritas sobre estas figurillas, y todos los que acompañaban a la momia depositaban todas esas ofrendas en un cofre que colocaban cerca de la cabecera del ataúd; los 4 vasos canopes se situaban dos a cada lado.(1973, p.147)

Los faraones y otros miembros de la realeza se podían dar el lujo de construir enormes pirámides y suntuosas sepulturas, todo con el objetivo de preparar su sepultura. Tanta trascendencia le daban los egipcios a la muerte, que los faraones gastaban buena parte de sus ingresos en la construcción de sus sepulturas. Contrataban plañideras con el objetivo de esparcir el dolor por la muerte del difunto, lloraban gritando y se esparcían ceniza en el cuerpo.
El anterior proceso de momificación solamente era permisible para el faraón, los nobles y la clase alta, que podía costearse todos los tratamientos que requería. No es preciso descartar a los animales, pues eran divinizados y adorados por los egipcios, porque creían que ellos representaban a sus dioses. El cocodrilo era uno de los animales más sagrados de Egipto, era tal su sacralización que si alguien era despedazado o muerto a causa del cocodrilo, inmediatamente los habitantes de la ciudad debían embalsamarlo rápidamente, adornarlo y enterrarlo en tierra bendita; y se procuraba que nadie tocara ese cadáver, ni siquiera los sacerdotes luego de haberlo enterrado.
Los procesos de momificación de la gente pobre no eran similares al anterior proceso, pues los costos que requería hacerlos eran altos y no tenían como pagarlos, sin embargo, conseguían ciertos reemplazos como en el caso de la máscara que cubre el rostro, que para la clase baja dicha máscara era de cartón. Las ofrendas que le daban al difunto eran humildes, no suntuosas y tampoco lujosas como son las de la clase pudiente. Les aplicaban este procedimiento: les lavan las tripas y luego los adoban con bicarbonato de sodio durante 70 días, después lo secan al sol. El cadáver le era devuelto a la familia y ellos se las arreglaban para la sepultura.

CONCEPCIÓN DEL MÁS ALLÁ


Con los rituales de momificación, los egipcios pensaban que con ello, el difunto llegaría al más allá, superando todos los obstáculos y pruebas que atravesaría el difunto en su intento de llegar al más allá.
Ahora bien, ¿Qué entendían los egipcios por el más allá? Los egipcios concebían un paraíso similar a la gloria y riqueza de Egipto, pero mucho mejor, con muchas riquezas y felicidades que se pueden gozar; en otras palabras, similar a la vida terrenal pero con muchos placeres y junto con los dioses. Esto era el paraíso que ofrecía el dios Osiris para aquellos que pasaron el Juicio Final, concepción que se observará más adelante. Otro paraíso era estar en la presencia de Ra, en el cielo.
Cuando el difunto es sepultado en su tumba, se le entregan una serie de mapas y planos en donde se indica el camino y los pormenores del juicio en que se verá sometido.
Al difunto le estaba esperando una rigurosa prueba: tiene que dar cuenta ante la justicia divina, de sus actos. Éste es conocido como el Juicio Osiriano que, como su nombre lo indica, el Juicio Final era presidido por Osiris, el dios de los muertos. El difunto, guiado por Anubis, entra a una gran sala, donde esta el trono de Osiris y aparece éste presidiendo la sala, o en ocasiones Ra; acompañado de todos los dioses y de 42 demonios que somete al difunto en exhaustivos interrogatorios acerca de los actos que cometió en vida. El difunto tiene que hacer una confesión negativa, diciendo los pecados que no había cometido, la confesión es ésta:
Salve, dios de los grandes pasos, tú que vienes de Anu: nunca cometí iniquidad. Salve, dios que vives encerrado en llamas, tú que vienes de Jeraba: nunca robé con violencia. Salve, nariz sacra de Jemmenu: nunca maltraté a los demás. Salve, devorador de las sombras, tú que brotas del Nilo: nunca hurté. Salve, Nehu, dios de Restau: ni hombre ni mujer maté. Salve, dios doble de león, nacido del cielo: nunca rebajé el peso de mis ventas. Salve, dios de ojos de piedra, que viene de Sejem: nunca procedí con dolor (Rosario García, citado en El Libro de los Muertos, 2004)

Luego de que el muerto se auto confesara, Anubis se dirige a una gran balanza ubicada en el centro de la sala, y en uno de los platillos coloca el corazón del difunto (aquel que fue vendado de lino y metido en un cofre de oro), y en el otro platillo coloca la pluma de Maat, que representa el equilibrio cósmico de todas las cosas y la justicia. El dios de cabeza de ibis Thot hace las veces de secretario y anota los resultados del juicio. Si Thot comprueba que en la balanza hay desequilibrio, porque el corazón es más pesado que la pluma, Thot anuncia el desequilibrio y de una vez el difunto es condenado a padecer tormentos mientras que su corazón es devorado por un monstruo con cabeza de cocodrilo, melena y patas delanteras de león, y patas traseras de hipopótamo. Si en la balanza existe equilibrio, Osiris acoge al difunto a su paraíso, o bien lo lleva a la presencia de Ra.
El siguiente fragmento hace parte del deseo del difunto de no ser condenado:
Mi corazón me viene de mi Madre Celeste. Mi Corazón me viene de mi vida en la Tierra. ¡Que no sean pronunciados falsos testimonios contra mí! ¡Que los jueces divinos no me rechacen! ¡Que sean verídicos los testimonios concernientes a mis acciones en la Tierra ante el Vigilante de la Balanza y el divino Señor del Amenti! ¡Salve, oh mi corazón! ¡Salve, oh mi corazón! ¡Salve, oh entrañas mías! ¡Salve, oh divinidades majestuosas de luminosos Cetros, Señores de sagrada cabellera! ¡Que vuestras Palabras de Potencia me protejan ante Ra! ¡Hacedme vigoroso ante Neheb-Kau! En verdad, aunque mi Cuerpo esté unido a la Tierra no moriré, pues seré santificado en el Amenti… ¡Oh tú, Espíritu encargado de la Balanza del Juicio, sábelo: tú eres mi Ka! ¡Pues habitas en los límites de mi Cuerpo! Tú, emanación del dios Khnum, tú das La Forma y La Vida a mis Miembros. Ven pues hacia los lugares de la felicidad hacia los cuales marchamos juntos. ¡Que mi Nombre no se pudra ni apeste a los ojos de los Señores todopoderosos que modelan los Destinos de los hombres! ¡Y que la Oreja de los dioses se regocije y sus corazones estén satisfechos cuando mis Palabras sean pesadas en la Balanza del Juicio! ¡Que no sean pronunciadas mentiras delante del dios poderoso, Señor del Amenti! En verdad, ¡Grande seré el día de la victoria! (Bergua, 1967, pp.95-96)

Igualmente existen oraciones que exaltan a los dioses, procurando que éstos se apiaden del difunto y puedan ser admitidos al paraíso.
A modo de conclusión, se pueden destacar los siguientes aspectos:
1. Los egipcios pensaban que el más allá era mucho mejor que el mundo terrenal, pues se puede deducir esa apreciación debido a la enorme trascendencia que le otorgaban a la muerte.
2. Vivían esclavizados para la muerte, porque lo hacían por y para ella. Sin embargo, los egipcios se sentían bien por ello, pues basaban su muerte en las concepciones religiosas, y estaban plenamente convencidos de que las mismas podrán salvarlos.
3. Por lo que se puede ver, los egipcios poseían un fuerte código moral, pues en su afán por alcanzar el más allá, procuraban vivir su vida sin hacer actos malos ni pecar; de lo contrario pagaría por ellos.

1 comentario:

juan francisco dijo...

Muchas gracias necesitava mucho esta información para un trabajo en el colegio me sirvió mucho ... GRASIAS